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sábado, 25 de agosto de 2012

Monumentos a la burbuja inmobiliaria

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Monumentos a la burbuja inmobiliaria

Un grupo de artistas italianos da nueva vida a edificios públicos inacabados. El colectivo invita a reflexionar sobre los errores cometidos durante los años del salvaje despilfarro
Lucia Magi Giarre 17 AGO 2012 - 21:39 CET

Sobre el mapa, Giarre, una localidad de 26.000 habitantes en la provincia de Catania (Sicilia oriental), se asemeja a una telaraña que se asoma al mar por un lado y trepa el volcán por el otro. En las tres dimensiones, se despliega como el típico pueblo siciliano: con una avenida para el lento paseo de los vecinos, una catedral antigua, una plaza con farolas de hierro, palmas y buganvillas. Pero entre las calles perpendiculares, las fachadas barrocas adosadas a edificios setenteros, Giarre esconde sus fantasmas: una piscina olímpica que nunca recibió una gota de agua, un estadio que no albergó ni un solo partido, un teatro donde jamás se escucharon los aplausos del público. Esqueletos de ambiciosos proyectos que quedaron a medias. Obras públicas que nadie se preocupó de terminar y entregar a la ciudadanía. Millones de impuestos en humo, miles de litros de cemento desperdiciado. 

Estadio de polo con capacidad para 22.000 personas, que permanece inacabado en la localidad siciliana de Giarre. / GABRIELE BASILICO



En Italia existen más de 350 de estos monumentos al despilfarro. 160 solo en Sicilia. Una legión de fantasmas inmobiliarios cuyo estilo aquitectónico hasta recibió bautismo: Incompiuto Siciliano. El Inacabado Siciliano.

El colectivo de artistas Alterazioni Video acuñó el término para englobar a tantos y tantos elefantes blancos del abandono. Giarre ha sido denominada la capital de este nuevo estilo porque cuenta con siete de estas inacabadas joyas.

El barroco triunfal de Noto queda solo a una hora de coche, el equilibrio del teatro griego de Taormina, a un puñado de kilómetros. Si cada estilo interpreta su época, estas esculturas gigantes e inutilizadas resultan la metáfora de las décadas de la burbuja inmobiliaria.

El aparcamiento y el asilo fueron terminados hace poco, tras 25 años en construcción. Por un error estructural y un embrollo infinito de variaciones del plano, aplazamientos y falta de nuevos fundos, nunca se terminó el Teatro Nuovo, cuyo nombre suena a chiste malo. La primera piedra se puso en 1958. Más de medio siglo después, la estructura sigue a medio hacer, carcomida por el tiempo y el descuido. Nadie lo utilizó nunca. “Ha ganado la muralla china por años de obras y se acerca a los tiempos de la pirámide de Keops”, ironiza Andrea Masu, miembro del colectivo artístico.

Han organizado un festival y recaudan dinero (privado) para levantar un parque que permita a los turistas visitar las obras en un itinerario guiado. Mientras tanto, invierten el premio de un festival de cine (10.000 euros) en el rodaje de una película. No un documental de denuncia, sino una película de ciencia y ficción. “Porque es un panorama totalmente irreal, estos edificios frustrados son la negación del sentido de tiempo y de espacio”, comenta el prestigioso antropólogo francés Marc Augé, gran teórico de los no-lugares y huésped de excepción del proyecto.

Levanta curioso la mirada hacia la última grada del Centro Polifuncional que se empezó a construir en 1987 para dar a los jóvenes un sitio donde encontrarse y cursar talleres de teatro o arte. El nombre es tan pomposo que la comparación con la cáscara destartalada de cemento y ladrillos rotos resulta trágica. O digno de una especie de respeto melancólico. Augé se quita el sombrero panamá, se abanica con él y explica: “Se trata de un tipo de monumentos distintos a las ruinas romanas: en Roma o Pompeya se percibe el paso del hombre, se siente que hubo un tiempo en que mujeres o niños utilizaron aquel espacio. Estos parecen hoteles preparados para extraterrestres. Han caído de un planeta lejano, desde un futuro desconocido”. Las plantas que ahogan las construcciones son las únicas presencias vivas. Y definen el concepto de presente. Las obras inacabadas flotan en el tiempo.

Las reflexiones del antropólogo (París, 1935) acabarán en el guión de la película. “Un extraterrestre con forma de perro llega a Giarre y entra en algunos de estos edificios. Viene de un planeta mucho más desarrollado e inteligente y a pesar de todo no entiende nada”, explica Tamara Vignati, encargada de la producción.


El centro polifuncional de Giarre. / GABRIELE BASILICO

“Es una inmejorable metáfora de la mala gestión de la cosa pública. Nuestra tarea es rescatarlos, darles nueva dignidad", añade Alberto Cafarelli, otro artista de Alterazioni Video, milanés residente en Berlín, mientras se abre paso en una jungla de setos y escombros que cierra el paso a la piscina vacía y a las gradas grises medio colonizadas por el musgo.

“El Inacabado Siciliano es el producto de varias décadas de nuestra historia: llenamos de cemento el país. Proyectar un estadio de polo con aforo para 22.000 personas, en un pueblo de 26.000, donde la mayoría de los habitantes ni sabe qué tipo de deporte es, resultaba de lo más normal”, explica Masu, de 42 años, boloñés que vive en Estados Unidos. “Era práctica común, sobre todo en Sicilia, para competir con el pueblo de al lado, para hacerse con dinero regional, para que el político de turno presumiera del plan y recibiera votos a cambio. Para que los obreros de la construcción y las industrias del sector tuvieran trabajo. Todo el mundo es cómplice de esta violación sistemática”. “Ahora debemos enfrentarnos con nuestras responsabilidades. Los hospitales vacíos, los aparcamientos incompletos, los tramos de autovía que se interrumpen en medio de la nada, son elementos típicos del panorama siciliano. Sobre todo siciliano porque aquí el Estado no construyó nada (tres autopistas de dos carriles desde finales de la segunda guerra mundial) y la gestión local se quedó presa de intereses particulares y de la criminalidad”, apostilla Claudia D'Aita, vecina de Giarre que colabora con el proyecto.

“El reto es conservar estas obras, metáforas de nuestra época incompleta, para darle uso artístico, sin derrumbarlas ni acabarlas. Sería la mejor forma de preservar la memoria de nuestros errores”, corrobora el antropólogo Marc Augé.

Como escribió Leonardo Sciascia: “Sicilia entera es una dimensión fantástica. ¿Como se puede vivir aquí sin imaginación?” A lo mejor el próximo perro espacial que visite la tierra, decidirá quedarse.

 El centro Chico Mendes. / GABRIELE BASILICO


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